IGLESIAS DE LA AYAHUASCA
Fruto del encuentro entre los pueblos indígenas y los migrantes nordestinos del Brasil, las iglesias de la ayahuasca constituyen un extraordinario fenómeno social en el estado brasileño de Acre. Santo Daime, Unión del Vegetal y la Barquita son las tres iglesias cuyas historias e importancia local desgranamos en estas tres crónicas, publicadas originalmente en la revista Cáñamo.
Redención vegetal
Desafiando la legislación brasilera, el centro Camino de Luz, una escisión de la UDV, hace de la ayahuasca la piedra angular de un tratamiento para la drogodependencia. Mestre Muniz, el carismático fundador, nunca dice no: indigentes, ladrones o asesinos, rechazados por la sociedad y la familia, encuentran en la experiencia extática inspiración para salir del abismo.
Navegando en la Santa Luz
De las tres iglesias de la ayahuasca, la Barquinha es la más modesta y popular. Colorida y musical, de inspiración marinera, en su ecléctico panteón convive San Francisco de Asís con Yemanyá, el Dios Sol con Jesucristo.
Hijos del Santo Daime
Sólo posible en Brasil: Raimundo Irineu Serra, un negro descendiente de esclavos funda en la Amazonia una religión que combina la ayahuasca con creencias católicas, africanas y espiritistas. Medio siglo después de su muerte, discípulos como Luiz Mendes reivindincan la vigencia del Santo Daime: “El objetivo de esta doctrina es que usted conozca su propio valor y pueda así conocer el mío. Mi luz enciende la tuya porque la tuya enciende la mía”.